Por Sergio G. alumno de 2º BAC
María y Alejandro se conocieron en una estación de tren en 1968. Él se iba a trabajar lejos, y ella volvía a casa tras estudiar enfermería. Un cruce de miradas, una conversación breve y una carta escrita a mano iniciaron una historia de amor que duró más de cincuenta años. Pasaron muchas cosas juntos: trabajaron duro, tuvieron hijos y formaron una familia. Cuando Antonio enfermó, María estuvo a su lado cada día, leyéndole los mismos poemas con los que él la enamoró. El día que él murió, María colocó la última carta bajo su almohada y, con lágrimas en los ojos, salió al jardín. Allí, con una manta y un cuaderno, comenzó a escribir su historia. Porque, aunque él ya no estaba, ella sentía que no todo había terminado. Ahora empezaba otra forma de quererlo, recordarlo y compartir lo que vivieron. El final no fue un adiós, fue el comienzo de algo diferente.
