Por Lucía L.O. de 2º BAC
Eran días muy ajetreados para mí, faltaba poco para terminar los exámenes y solo salía de casa para lo necesario, es decir, ir a la academia, con la mala suerte de que un día de esos la flecha de cupido me dio en el ojo. Perdí la mañana entera en urgencias esperando para que me sacasen la flecha y le rogué por todos mis medios al médico que me recetara un ibuprofeno, un jarabe o algo para evitar que los efectos de la flecha me pasasen factura justo esa semana que necesitaba estar concentrada en mis estudios, lamentablemente ya era tarde, me había enamorado de mi doctor.