Por Candela G. alumna de 1º BAC
La semana pasada durante la clase de filosofía la profesora de Carmen les hizo una pregunta relacionada con la muerte: ¿Qué pasaría si conocierais el día y el lugar exacto de vuestra muerte? Los niños se quedaron callados sin saber qué responder, estaban confusos, nunca se habían planteado esa pregunta y cuando Marta, la profesora, la hizo se quedaron en blanco. Pedro, un compañero de Carmen, contestó que él aprovecharía todo el tiempo que le quedase sin importarle el riesgo al que se podría enfrentar. Marcos en cambio respondió que él intentaría no estar en el lugar y momento donde se supone que va a morir. Otro respondió que él dejaría de estudiar y así comenzaron a responder todos ellos excepto Carmen; no sabía qué decir y entonces sonó el timbre.
Durante el camino de vuelta a casa Carmen no podía parar de darle vueltas y de hacerse una y otra vez la misma pregunta. Entonces llegó a la conclusión de que por muy diferentes que fuesen las respuestas de sus compañeros todos tenían en común que algún día llegarían a morir incluso ella y su familia. Decidió, pues, que en cuanto llegara a casa comenzaría a aprovechar al máximo todos los momentos que pudiese estar junto a su familia y amigos porque al fin y al cabo algún día, cuando menos lo esperemos desapareceremos para siempre y ya no habrá marcha atrás.