Por Ekaterina G. alumna de 1º BAC
-¿De dónde eres?- me preguntaron el otro día mientras tomábamos un café en una pequeña terraza del sur de Francia, donde vivía desde hace seis años.
Me quedé en silencio, porque no sabía por dónde comenzar. ¿Cómo resumir que soy de un lugar mucho más que un punto en el mapa?
-Soy de Aragón- respondí finalmente.
Y es que Aragón guarda todos esos recuerdos más importantes de mí. Es como una caja antigua, de esas que huelen a madera antigua y a tiempo, donde he ido guardando todo lo que me hizo ser quien soy.
Recuerdo los Pirineos, donde aprendí que el silencio puede ser más profundo que cualquier palabra, o la Basílica del Pilar que cuando miro a esos techos tan altos, siento algo que no sé cómo explicar. Y por último todos esos pueblos a los que he ido, con sus calles de piedra, donde parece que el tiempo se detiene en ese lugar.
Ahora desde otro país, con otra lengua y costumbres, entiendo que Aragón no es solo un lugar, es mi raíz, mi refugio y mi memoria.
