Por Francisco C. alumno de 2º BAC
Era un 15 de marzo cuando aún era un niño de 4 años, y como cualquier niño jugaba con mi hermano al escondite. Harto de que me pillara siempre, se me ocurrió la pésima idea de esconderme en la lavadora. Mi madre sin darse cuenta de que estaba dentro, encendió la lavadora. Empecé a dar giros y más giros, golpes contra toda la ropa sucia que había, hasta que perdí el conocimiento.
Cuando terminó el lavado, recuperé el conocimiento, salí, empecé a gritar, pero nadie me oía. No entendía nada. No sabía lo que pasaba hasta que mi madre me tendió, me planchó y me guardó en el armario del cuarto. Fue ahí cuando me di cuenta en lo que me había convertido. ¡Era una camiseta!
Desde ese día me siguen buscando así que se podría decir que he ganado al juego del escondite de una vez por todas.