Cuando me desperté en la madrugada, oí como alguien se colaba en mi casa por la ventana. Como yo vivo en un séptimo piso, mi mente solo pudo pensar dos cosas: o se me ha metido el conde Drácula en casa o los ocupas cada vez están mejor entrenados. Alcé mi bate de béisbol, listo para noquear al intruso, cuando una tela de araña salió disparada de su muñeca para atrapar mi muñeca. Una voz extrañamente familiar me dijo: !Baja eso, que podrías herir a alguien¡ El intruso se quitó la máscara y ante mí se presentó mi propio abuelo. Me lo explicó todo y me dijo que algún día yo también tendría poderes como los suyos. 

Tras su despedida me paré a reflexionar y de repente lo entendí todo: sus facturas del hospital, que estuviese cachas a sus 88 años, su laboratorio de química y la cantidad elevada de fotos del hombre araña sacadas en modo selfi que subía a su Facebook. La verdad es que no sé cómo no me había dado cuenta antes.