Por Juan C. alumno de 2º BAC
Fui al concesionario porque necesitaba un coche para ir al trabajo. No tenía mucho dinero para algo muy bueno, pero fijé la vista en un Toyota. “Ah, el Toyota Corolla de 1999. Es nuestro mejor coche.” Se fijó en mi cara de confusión y continuó: “Este coche te dará todo lo que necesites, y te conseguirá a quien quieras. Podrías quitarle el motor, tirarlo al mar, pescarlo mil años más tarde, volverlo a poner, llenar el depósito con nocilla y esta belleza encendería a la perfección. En el manual, el aceite aparece como “Opcional”. Podrías utilizar tu propia orina como refrigerante y encendería perfectamente.” Intenté cortarle, pero él continuó listando: “Bluetooth, no tiene; aire acondicionado, tampoco. Las ventanillas ni siquiera bajan. Mucha gente ha hecho cosas en este coche. Se han hecho cosas heterosexuales en este coche. Se han hecho cosas homosexuales en este coche. Esta bestia no ganará ningún concurso de belleza, pero tú tampoco. Deja de mentirte a ti mismo y a tu mujer (Ni siquiera tengo mujer). No es el coche que quieres, pero tampoco es el que te mereces. Te estoy dando la oportunidad de tu vida.” Acabé comprándolo por un poco más de 600 euros. Todo lo que dijo el vendedor era mentira. El coche se desmontó mientras conducía. Estuve tres meses hospitalizado, pero al menos ahora salgo con la enfermera que me cuidó en el hospital.
