Por Ekaterina G. alumna de 1º BAC
Maya y Nico entraron al cuarto como si cruzaran un límite invisible, como si algo dentro de ellos los esperara en silencio desde siempre.
Permanecieron de pie, a distancia, como dos pensamientos que no se tocan.
Y entonces cruzaron miradas.
En ese cruce, algo profundo sucedió. No fue el deseo urgente ni el deseo de una caricia. Fue un reconocimiento silencioso “tú también sientes así” donde sus ojos decían lo que el cuerpo no se atrevía.
Nadie se movió, nadie rompió la magia. El silencio lo decía todo. Entendieron que la verdadera sexualidad también era un alma desnuda ante la otra.
No hubo contacto ni promesas, solo dos jóvenes que, al mirarse, se contaron todo.
