Por Paula D. alumna de 2º BAC
«Soy un cigarrillo», susurró el último en la caja, sintiendo el peso de su destino. Anidado entre los pliegues de papel y el aroma a tabaco, reflexionaba sobre su breve existencia. Había sido parte de un ritual diario, encendido y consumido en segundos de éxtasis y alivio. Pero también había sido fuente de adicción y destrucción. Ahora, en la calma de la caja vacía, anhelaba ser algo más que un objeto de placer fugaz. Deseaba ser símbolo de libertad, de dejar atrás vicios y abrazar la vida con plenitud. Con una chispa de esperanza, se imaginó siendo el cigarrillo final de alguien que había luchado durante años contra la adicción.
En ese momento crucial, sería más que un objeto consumible; sería el símbolo de un nuevo comienzo, de la determinación de dejar atrás un pasado oscuro y abrazar un nuevo futuro, así al menos sentía que su corta vida había tenido un sentido.