Al principio parece fácil, pero pronto te das cuenta de que no es un juego para principiantes. Cada nivel es más difícil que el anterior, los desafíos se multiplican y la barra de energía se agota rápido. Hay misiones diarias, enemigos muy pesados y obstáculos inesperados que ponen a prueba tu paciencia.

Los aliados son pocos, algunos compañeros de equipo y un pelotón de guías que te dan consejos, aunque a veces parecen hablar en acertijos. Cada victoria te hace ganar experiencia, pero cada derrota pesa. A mitad del camino, dudas si tienes lo necesario para llegar al final, pero (con un poco de café) sigues avanzando.

Y entonces llegas al jefe final, donde no hay opción de retroceder, donde necesitas aplicar toda la experiencia que acumulaste y donde, si ganas, desbloqueas un nuevo mundo, lleno de posibilidades. Así es, soy el héroe de un videojuego jugado por otros miles de héroes y heroínas que luchan cada día por el mismo objetivo. Un videojuego llamado 2º de bachillerato.