Por Jorge G. alumno de 2º BAC
Era un semáforo eterno, de esos que parecen detener el tiempo. Quique, con sus auriculares puestos, tarareaba una canción mientras esperaba. A su lado, una chica en bicicleta ajustaba su mochila, distraída, mientras el sol resaltaba sus azules ojos.
De pronto, sus miradas se cruzaron. Fue un segundo, pero suficiente para desconcertarlo. “Bonita bici”, dijo él, casi sin pensar. Ella lo miró sorprendida y respondió con un tímido “gracias”.
La luz del semáforo cambió a verde, pero Quique no quiso avanzar sin más. Sacó un bolígrafo del bolsillo y escribió su nombre y número de teléfono en un trozo de papel. “Por si algún día quieres que volvamos a coincidir”, dijo, entregándoselo.
Ella lo tomó, sonrió y, antes de volver a pedalear, respondió: “Tal vez en el próximo semáforo”. Quique se quedó ahí, sonriendo, con la sensación de que algo había comenzado.