William era un científico rumano que no estaba muy bien de la cabeza. En un arrebato decidió que sería buena idea construir una máquina del tiempo para así evitar las fechorías del malvado Hitler. Como se trataba de un científico brillante, no tuvo problemas para elaborar el cachivache, y una vez todo en marcha se dirigió a la Austria del siglo XIX. Tras asesinar al malvado dictador en potencia, el chiflado salió corriendo del lugar y volvió a su época.

Resulta que nuestro querido William era de todo menos listo, pues en ningún momento se paró a pensar en las posibles consecuencias que tendrían sus actos. Si el dictador del bigote gracioso nunca hubiera existido, al científico no se le hubiera pasado por el coco la idea de atentar contra el líder de los nazis, por lo que del mismo modo no podría haber viajado al pasado, y como resultado la historia hubiera seguido el mismo rumbo que en un principio. El pobre rumano se buscó la ruina y convirtió su vida en un bucle sin fin.